23 de junio de 2009

monólogo sobre la oración

Hay varios niveles de oraciones. Aquí presento 3 niveles simplificándolos. Uno con las letras hechas, otro con tu palabra dirigida hacia Dios que sea cuestionamiento, que sea petición o agradecimiento, y otro es la que te invade Dios con su presencia.
Para experimentar la invación de Dios, es necesario que tenga esperanza en él, o búsqueda o disponibilidad de dialogar con él. Muchas veces en medio del llanto o del enojo contra Él, otras veces en medio de los agradecimientos..., así que se nota que el segundo nivel que he presentado en las líneas anteriores es un paso muy importante. Puede ser que algunos tenga esta experiencia como si no existiera aquel paso. Pero en la conciencia subliminal sí o sí tendrá alguna búsqueda o el gozo que une con Aquel Creador de la vida de cada uno.
Sin embargo, misma inteligencia o razón, que nos ayuda a tener la oración espontanea hacia Él, muchas veces nos impide a entrar en este nivel del encuentro. "Porque la letra mata, pero el Espíritu da vida"(2Corintios 3, 6). O sea, la experiencia de la invación de Dios en nuestro ser es la experiencia que nos da el ánimo, consuelo, establecimiento, cambio, coraje, iluminación, fortaleza, en una sola palabra, VIDA, por lo tanto, es la experiencia netamente del Espíritu. Mientras, aunque todas las palabras creadas para la oración llevan las sombras del espíritu humano.
"Ahora bien, si el ministerio que lleva a la muerte - grabado sobre piedras - fui inaugrurado con tanta gloria que los israelitas no podían fijar sus ojos en el rostro de Moisés, por el resplandor - aunque pasajero - de ese rostro, ¡cuánto más glorioso será el ministerio del Espíritu!" (2Corintios 3, 7-8).

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